LA TRADICIÓN TEXTIL EN LA VI REGIÓN
A comienzos del siglo XV los habitantes de la zona central de nuestro país vivían agrupados en sistemas de asentamientos dispersos, que se organizaban en base a la existencia de un cacique e indios sujetos a este. La subsistencia de la población dependía de la agricultura, manteniéndose presentes aún actividades de caza y recolección. [1]
En términos de la tradición textil, los grupos que habitaban la zona central realizaban rústicos tejidos con lana de camélidos, teñidos con colorantes de origen vegetal o mineral. [2]
Estos tejidos tienden a complejizarse y contener simbolismos con la llegada de los Incas a la zona, aproximadamente en el año 1420, una muy breve presencia que se extendió hasta el río Maule.
Esta es la realidad en materia textil con la que toman contactos los españoles al llegar a nuestro territorio, quienes introducen dos elementos que son de suma importancia para el posterior desarrollo este rubro: la lana de oveja y el telar de pedales.
Así también, los colonos instauran una nueva forma de asentamiento de la población: La Encomienda, la cual correspondía a repartimientos de un conjunto de población nativa, donde cada encomendero estaba autorizado a percibir tributos de los indígenas asignados. Estos tributos eran servicios personales, que en principio fueron actividades como la extracción de minerales, pero que prontamente derivó en faenas agropecuarias.
En términos concretos, la sociedad criolla se estructura a partir de La Hacienda, sistema autosuficiente que era administrado por el encomendero, y donde los indígenas prestaban la mano de obra, dando paso a lo que posteriormente se convirtió en el inquilinaje.
En las Haciendas, los indígenas primero, y posteriormente la población mestiza, entra en contacto directo con los ganados de oveja, y se comienza a fabricar telas para las vestimentas utilizando el telar a pedal, que habrían traído los españoles.
Con ello la actividad textil continuó teniendo gran importancia después de la conquista hispana, de modo que, si bien las técnicas precolombinas siguieron vigentes, paralelamente con la introducción del telar europeo se comienzan a fabricar prendas más burdas como la “bayeta”, pasando probablemente de un modo de producción textil más familiar o comunitario, al obraje en grandes talleres, como parte de las actividades que las haciendas producían para el nuevo modo de vida que se establece.
Símbolos de esta convivencia intercultural son el hoy llamado “Telar Parao”, de herencia precolombina, cuyo concepto se basa en la elaboración de la pieza única, donde la estructura base (urdiembre) es tejida desde principio a fin, elaborando objetos textiles para una persona del entorno cercano, generalmente un familiar o integrante de la comunidad.
Por otra parte, tenemos el telar de pisaderas, introducido con la llegada de los españoles, cuyo concepto productivo nace de la industria, dando lugar a la elaboración de metros de paños, que luego se cortan en base a patrones moldeados para la elaboración series de prendas similares.
A pesar de las diferentes visiones de mundo que dieron origen a ambas herramientas, ellas conviven hoy en nuestra zona central formando parte de la economía familiar campesina, y dando vida a variados objetos textiles tradicionales, representativos de la cultura de la VI región, los cuales forman parte del hogar, los aperos del caballo y la vestimenta del huaso o el arriero.
TEXTILES TRADICIONALES DE LA REGIÓN DE OHIGGINS
En la VI Región las principales comunas con tradición textil son Chépica, Doñihue, La Estrella, Las Cabras, Litueche, Lolol, Marchihue, Navidad, Paredones, Pichilemu y Pumanque.
Los tejidos tradicionales en esta zona son siempre confeccionados en telar, sean estos de pisaderas (lizos), de peine-liso o, el de herencia precolombina llamado por las tejedoras Telar Parao.
A pesar de que la lana es el material más usado, también utilizan pelo de alpaca y últimamente hilados sintéticos.
Desde el punto de vista geográfico, en casi todas las localidades se encuentra presente la confección de la manta corralera (corta y con listas), manta que adquiere especial relevancia en Doñihue, donde incorpora elementos figurativos, y que si bien, es una prenda característica de esa localidad, también la encontramos en Lolol y otras regiones. De la misma forma, la faja, que generalmente es parte del atuendo del huaso, se repite en varias zonas como son los ya mencionados Doñihue y Lolol, pero que también se elabora en Las Cabras, Marchihue y Pichilemu.
En otras comunas encontramos en mayor medida objetos propios del hogar como las frazadas (Las Cabras, Chépica, Litueche y Marchihue), choapinos (Paredones) y también ponchos largos apropiados para el frío invernal (Litueche, Navidad, las Cabras y Pumanque).
En relación a elementos para vestir al caballo, como son cobertores de sillas y alforjas, se pueden encontrar de manera aislada en diferentes localidades.
En todos estos objetos, el mestizaje también se evidencia en sus prácticas textiles representativas, en relación a lo cual podemos dar un sin número de ejemplos de esto como los husos tradicionales y originarios que bailan para torcer fibras que fueron introducidas por los españoles.
Por otra parte encontramos telares de pisaderas que en vez de comprimir los tejidos con su peine correspondiente, lo hace con “palas” propias de los telares paraos en los cuales muchas veces se construyen objetos textiles a los que se deben cortar su urdiembre para salir del telar, como se hace en un producto tejido en telar de lizos.
La misma manta corralera conjuga elementos provenientes de diferentes influencias, a partir de una estructura originaria de nuestro continente en la cual se plasman diseños que hablan de cultivos agropecuarios que nacieron con la llegada de los colonizadores.
El concepto de corte y confección que se observa en la huincha adosada a sus contornos, es un reflejo más de una práctica que retrata un entorno, geográfico, económico, y humano que constantemente a ido y sigue evolucionando con la continua llegada de nuevas influencias.
Bibliografía:
1. La Ruta del Telar en la VI Región. Fuenzalida, Alejandra y Loayza Carla.
2. Etnohistoria y arqueología en el estudio de la fortaleza de cerro grande de La Compañía. Planella, María Teresa y Stehberg, Rubén.
3. “La tradición textil mapuche, el arte del tejido” Memoria Chilena Biblioteca Nacional.
4. “Región de O’Higgins, breve relación del patrimonio material y cultural” Fundación Andes. Del Río, Carmen y Tagle, Blanca.
5. “Manual de Técnicas Textiles Andinas. Representación” Hoces de la Guardia, Soledad y Brugnoli, Paulina. Editorial Ocho libros.
6. “Estructuras, técnicas decorativas y configuración visual en los textiles mapuche” Lira, María Paz. Fondart 1998.
Fotografía:
1- Artesana Carmen Bustamante tejiendo en su telar de pisaderas.
Fuenzalida Alejandra y Carla Loayza; «La Ruta del Telar en la VI Región», FONDART Regional 2005.
2- «Telar Parao», comuna de Lolol VI Región.
y la misma referencia de la anterior.
Autora : Alejandra Fuenzalida
Diseñadora textil, titulada en la Universidad Católica de Chile. Su trayectoria profesional está centrada en el rescate e inclusión al mundo contemporáneo de las técnicas textiles tradicionales y el desarrollo a escala humana asociado a ellas.